“Cada niño reaccionará según su edad, personalidad y vivencias que haya tenido”

Las emociones forman parte de nosotros, están presentes cada día y en cada momento del día.

En los niños las emociones son intensas y muy fluctuantes y eso a veces, nos desconcierta a los adultos y nos desborda al comprobar que el niño pasa de sentir alegría a sentir enfado o tristeza en un momento y al rato siguiente puede estar contento o cansado “sin más explicación” y en nuestra visión adulta, que intenta controlar y tener todo bien atado y ordenado, esto nos agota.

A veces las emociones nos controlan, por eso es fundamental pararse y descubrir que la emoción forma parte de mí pero yo no soy mi emoción.

Los niños con su flexibilidad y adaptabilidad nos muestran vehementemente que pueden sentir emociones profundas pero sin aferrarse a ellas y pueden dejarlas pasar y dar la bienvenida a la siguiente. 

Viven sus emociones con toda la intensidad, pero no por ello se quedan a “vivir en ellas” sino que dejan que pasen, como nubes en el cielo que vienen y van Un niño pequeño no se siente mal (culpable) por sentir enfado, rabia o pena, ni tampoco por experimentar alegría en situaciones “poco apropiadas”, si no que poco a poco los adultos les hacemos que las emociones les pesen, juzgamos que eso no está bien o que deberían comportarse de otro modo.

AUTOR REGULACIÓN EMOCIONAL

Y con la culpa como protagonista se instalan patrones de reacción emocional que dificultan su habilidad natural: la buena digestión de las emociones.

Por eso ellos tienen el secreto de la autor regulación emocional: sentir plenamente y después dejarlo pasar.

Cuando los niños viven la separación de sus padres su mundo cambia y se tambalea su seguridad y su modo de vida, el divorcio conlleva cambios para los niños y también pérdida, pérdida de tener a papá y a mamá juntos, de hacer actividades toda la familia, pérdida de su casa, de relaciones con amigos comunes, …  

Para elaborar estas pérdidas es necesario experimentar las emociones que conllevan, poder expresar su descontento, sus dudas, su enfado, sus miedos.

Tener siempre disponible una mirada tranquila y alguien que les escuche, a poder ser papá y mamá, y les haga parte de la nueva organización familiar.

Tener permiso para expresar sus emociones y los sentimientos que van desarrollando, sin juzgarlos ni negarlos.

No añadir emociones que no son suyas, no exagerar lo que sienten, no hacer un problema de ello, ni tampoco compadecernos hasta impedir que se pase esa emoción. Así cuando el niño haya experimentado y expresado lo que siente podrá soltarlo.

Hemos de intentar como padres y adultos que acompañan a un niño en situación de divorcio, sentarnos, escuchar, no juzgar, ofrecer nuestros brazos siempre como apoyo, sea la emoción que sea, y confiar en ellos, pues ellos son flexibles y adaptables y pueden gestionar (digerir) bien sus emociones, si no entorpecemos el proceso.

La reacción de los niños cuando se les da la noticia del divorcio, y a lo largo del período de adaptación a la nueva situación puede ser variada, cada niño reaccionará según su edad, pero también según su personalidad y según como haya vivido la progresiva separación de los padres en el año previo; si ya se ha ido acostumbrando o no a algunos de los cambios inevitables como pasar tiempo con mamá y papá independientemente.

Algunos niños pueden resistirse y protestar, otros manifestar tristeza, otros alivio por el cese de la tensión, y otros, ilusión por tener dos casas. Podemos encontrarnos niños que no manifiesten ninguna emoción predominante y otros ¡todas juntas! Los niños necesitan sentir que son sus padres, a pesar del cambio que viven, los que siguen siendo quienes lideran y guían sus vidas y que por tanto pueden contar con ellos siempre.

Necesitan amor, comprensión y seguridad.  

Aurora Sastre Ubierna. Psicóloga Equipo  SR.